LA MUJER EN POLÍTICA: ROMPIENDO ESQUEMAS MENTALES Y SOCIALES

Por: Paola Camacho

Desde que en el año 1957 una mujer logró por primera vez sufragar en unos comicios electorales, se marcó para ella un antes y un después en materia de participación política y se dio inicio a un largo y difícil camino en cuanto a la conquista de espacios de incidencia cada vez más relevantes. Si bien aún hay mucho por hacer, no es descabellado afirmar que el trabajo adelantado a este respecto ha dado sus frutos, abriéndole lugares de mayor responsabilidad y decisión.

Lo anterior ha generado un gran debate en cuanto a lo que significa el papel de la mujer en este contexto y en otros espacios de relevancia, así como en la forma en que ella se ve a sí misma y se construye en estos escenarios. En este orden de ideas, si bien se ha incrementado la intervención de la mujer en estos espacios; sus actividades en el ámbito privado –personales, familiares, del hogar y del cuidado entre otras-; se han visto vulneradas, obstaculizadas, desdeñadas, estigmatizadas e incluso, menospreciadas.

En otras palabras, lo cierto es que, además de estar presente en la vida pública, la mujer cumple también otros importantes roles: Es mamá, esposa, hija, empresaria, estudiante, trabajadora, y muchas más. Estas diferentes facetas, en un contexto como el actual, le demandan esfuerzos que en algunas ocasiones le rebasan y le llevan a abandonar su crecimiento en alguna de estas facetas  estancando total o parcialmente su desarrollo integral y realización personal. Tomando como base lo anterior, -Y si bien se espera, en el escenario actual, que las mujeres se empoderen profesionalmente, lo cierto es que, el ser exitosa no debería reducirse a crecer en una carrera o conquistar espacios políticos: Una mujer también puede ser esposa y madre sin que ello signifique que está siendo objeto de opresión o discriminación de algún tipo.

En este orden de ideas, ¿Qué hay de malo, entonces, en que una mujer se dedique al hogar, a sus hijos y esposo o compañero sentimental – Si los tiene-  y que a su vez asuma su papel en el ámbito público? ¿Qué de deleznable tendría, también, que se dedicara por decisión propia únicamente a estos últimos?  Y me atrevo a hilar un poco más delgado: ¿Qué hay de condenable  en que una mujer use maquillaje, se ejercite, se cuide, se atavíe –Si es esto lo que le agrada- y que al mismo tiempo sea dueña de sí misma y su futuro? Considero que, si bien ésta no está obligada a ser mamá, esposa o a llenar el canon de belleza “hegemónica”, lo cierto es que asumir un papel “tradicional” en la sociedad no la hace menos exitosa o capaz de asumir un liderazgo en la vida pública. Exigirle lo contrario sería desconocer lo que en realidad es en su esencia. 

Frente al particular, considero que lo que se requiere, más que una sobrecarga de expectativas o una estigmatización de alguna de estas facetas, es abrir espacios de debate donde se logre comprender y aceptar las diferentes formas de ser y expresar la feminidad tanto en el ámbito público como en el privado. De igual forma y paralelo a lo anterior, resulta imperativo –Y hoy más que nunca, sin duda-, establecer estrategias que les permitan dedicarse a su labor pública y al mismo tiempo desenvolverse en el ámbito privado. Pero ante todo, entender que, por encima de ello, son seres humanos complejos que requieren estar en la posibilidad de desarrollarse integralmente sin ser estigmatizadas o menospreciadas por ello.

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